En esta difícil época en la que prolifera exponencialmente un virus que pone en peligro la salud y la vida de todos nosotros, también proliferan exponencialmente nuestros miedos, y eso es algo de lo que también hay que cuidarse.
Muchas personas ya habrán podido comprobar en ellas mismas con qué facilidad sucede esto. Uno empieza a lavarse las manos con frecuencia, porque de lo contrario podría infectarse él y a los demás, a protegerse la cara y las manos, a no salir de casa y a ser consciente por las noticias de la grave situación en que se encuentra la sociedad en general y los afectados en particular y, el miedo, que hace su trabajo, aparece para protegernos. Pues, en efecto, la función del miedo no es otra que alertarnos y protegernos de los peligros, sean reales o imaginarios.
De hecho, esta situación general es, en cierto modo, muy similar a la que viven habitualmente muchas personas con determinados trastornos de ansiedad, como TOC o agorafobia. Ellos, en su día a día, tienen limitados sus movimientos y actuaciones por sus miedos.
En el caso de las personas con agorafobia, sus miedos suelen girar en torno a sufrir una crisis y morir o perder el control, lo que, dependiendo de la persona, puede condicionar y limitar sus actividades enormemente hasta el punto de no poder salir de casa y vivir en un estado de angustia general llevado en muchas ocasiones hasta el pánico.
Por su parte, en las personas con TOC, en muchas ocasiones, su trastorno tiene como base esto precisamente: el miedo a ser infectado o contaminado.
La similitud es tremenda.
No obstante, en estos trastornos el miedo tiene una base imaginaria, no realista. Es decir, en condiciones normales, ni las personas con agorafobia, ni las personas con TOC en general tendrían por qué temer; pero en su mente han anidado una serie de miedos que condicionan sus vidas hasta límites insospechados.
Y explico todo esto por dos motivos fundamentales. Por un lado, para que se comprenda mejor a quienes viven en este estado de alarma permanentemente, día a día durante años, y en muchas ocasiones toda su vida. Y no con cierto temor,
sino con auténtico pavor generalmente. Y, por otro lado, para que seamos conscientes de la situación, de su alcance, del modo de combatirla, atendiendo a las indicaciones de protección, lavado, no salir de casa, etc. pero, sin dejar que el miedo o el desánimo se apoderen de nosotros.
Para ello, además de todas esas importantes medidas de protección, es importante esforzarse en no dejarse llevar por el miedo, por los pensamientos alarmistas y catastrofistas, y hacer tareas ociosas y enriquecedoras, además de realizar de buen grado las necesarias y cotidianas. Ociosas, aquellas que sanamente nos gusten (tal vez hacer deporte, pintar, escuchar música, ver series). Enriquecedoras, pueden ser esas mismas si, además, prestamos atención y somos conscientes de lo que sucede en nosotros cuando las practicamos y, además, todas aquellas que están destinadas a ayudar a otros, pues, además de ayudarles, esas acciones hacen que te salgas de ti, de tu ego, de tu miedo, beneficiándose con ello tanto los demás como tú mismo.
Mucho ánimo a todos.
Salud y felicidad.