¿Qué es mindfulness?
Mindfulness es una práctica de origen milenario, la cual ha demostrado científicamente sus beneficios sobre problemas relacionados con la ansiedad y el estado de ánimo (depresión, ansiedad, fobias, obsesiones, etc.), así como para personas que no tienen problemas en ese sentido y buscan una mayor armonía, conocimiento y comprensión, interior y del mundo.
El término mindfulness se refiere tanto a una determinada práctica atencional como a un determinado estado de consciencia, y suele traducirse como «atención plena». También puede traducirse como «atención consciente» (denominación que, personalmente, me parece más acertada, y que se refiere en mayor medida a la práctica).
La práctica de mindfulness o atención consciente consiste en dirigir de forma consciente e intencional la atención hacia la propia mente y sus procesos, lo cual, llevado a cabo de forma correcta, brinda la comprensión de nuestra propia mente y de los procesos que en ella se dan. Esta comprensión resulta fabulosamente terapéutica y liberadora de sufrimiento y condicionamientos. No en vano esta práctica milenaria ha sido implementada en la mayoría de las terapias psicológicas de tercera generación, además de ser practicada por personas de todo el mundo durante miles de años.
¿Cómo se practica de forma correcta?
Para que la práctica sea correcta, se han de observar los procesos y fenómenos que se dan en nuestra mente (pensamientos, sensaciones, emociones, deseos) de forma consciente y sin intervenir o involucrarse en ellos, «desde fuera». Esto nos lleva a desapegarnos de dichos procesos y fenómenos mentales y de lo que representan, lo cual nos libera de sufrimiento y condicionamientos y nos hace sentir más libres y felices.
Practicar de forma correcta también supone aprender a dirigir nuestra atención voluntariamente a aquellos procesos y fenómenos mentales que consideremos más apropiados (pensamientos, sensaciones, emociones, deseos) considerando lo que son y lo que nos aportan. Ello nos permite liberarnos del pensamiento, o no alimentarlo recurrentemente, así como atenuar el impacto de determinadas sensaciones y sentimientos en principio indeseados, en especial los relacionados con la ansiedad, pasando a considerarlos como lo que en realidad son: meras sensaciones pasajeras que sólo tienen el valor emocional que uno mismo les da.
Copyright© Marzo 2015 Joaquín Carrizosa. Por favor, si utilizas contenido de este texto no olvides citar el autor
Mindfulness: La Terapia.
Actualmente, desde el ministerio de sanidad se está tratando de diferenciar claramente las terapias (aquellas que han demostrado científicamente su eficacia ante enfermedades y trastornos) de las pseudoterapias (aquellas que no han podido demostrar su eficacia), tanto en el ámbito de la salud física como mental. Recientemente, ha habido a disposición de los ciudadanos un correo habilitado por sanidad para expresar opiniones respecto de un tema tan importante como éste, que afecta a la consideración y regulación de los tratamientos que podrán, y no, ser aplicados ante las enfermedades. Yo hice lo propio respecto del mindfulness, aunque de forma escueta. Amplío aquí mi opinión.
Entiendo que la enfermedad mental en general, y en especial las que abarca el espectro de la neurosis (trastornos de ansiedad, del estado de ánimo, etc.) se diferencia de lo que denominamos normalidad o salud mental óptima, por elementos cuantitativos, más que por elementos cualitativos. Es decir, por la cantidad, más que por las cualidades, de determinados elementos. Todo el mundo tiene todo tipo de emociones, pensamientos y creencias irracionales, conductas de evitación, desadaptativas o condicionadas por creencias irracionales, obsesiones o pensamientos intrusivos recurrentes, etc., siendo lo que diferencia lo patológico de lo que no lo es, la cantidad de estos elementos. La cantidad e intensidad de determinadas emociones, pensamientos, creencias, ideaciones, evitaciones, limitaciones, etc. Pero, no obstante, todo el mundo sufre emocionalmente.
El mindfulness es una práctica atencional cuyo objetivo es el de conocer y comprender la realidad de los propios elementos y procesos mentales y de cuanto nos acontece en general, observando y distanciándonos del flujo de pensamiento discursivo que normalmente ocupa nuestra mente (del ego, que decimos los meditadores) el cual condiciona en gran medida nuestros sentimientos y conductas. Es por ello, generalmente, una práctica óptima para mantener una buena salud mental para la población en general, como lo podría ser caminar para la salud física. Pero, además, ha demostrado científicamente en numerosos estudios contrastados su eficacia ante determinados trastornos, en especial relacionados con la ansiedad y los estados de ánimo. Y ha podido hacerlo, entre otras cosas, por lo siguiente:
El flujo de pensamiento discursivo, al que los meditadores nos referimos como ego, es un elemento fundamental en el mantenimiento de trastornos mentales del espectro de la neurosis. Así, por ejemplo, en las personas con TOC, los pensamientos intrusivos y recurrentes son eje fundamental que alimenta las conductas ritualizadoras (como lavarse, contar, revisar, etc. compulsivamente). Una correcta atención (mindfulness) permite detectar estos pensamientos con facilidad y actuar consecuentemente (tratando de no responder con las conductas ritualizadoras que alimentan las obsesiones). No en vano, la terapia psicológica de elección para los obsesivos puros (aquellos cuya respuesta conductual ante sus pensamientos obsesivos es principalmente mental, como pensar soluciones recurrentemente ante sus pensamientos intrusivos, etc), es la denominada Terapia de Exposición con Prevención de Respuesta (terapia de corte cognitivo-conductual consistente en exponerse al estímulo temido tratando de no responder con la compulsión habitual, en este caso con pensamientos tranquilizadores o solucionadores). Pero, esto, requiere de un entrenamiento y habilidad extraordinarios. Mindfulness es un entrenamiento atencional que se viene practicando durante milenios y que está dirigido especialmente a desarrollar esa extraordinaria habilidad: la de observar estímulos y pensamientos sin responder compulsivamente ante ellos. Igualmente, en los trastornos de ansiedad en general (como la ansiedad generalizada, las fobias, la agorafobia, etc.) el flujo de pensamiento discursivo adquiere especial relevancia en el mantenimiento de los mismos. Así, por ejemplo, la ansiedad anticipatoria, caracterizada entre otras cosas por la recurrencia de pensamientos que anticipan supuestos catastrofistas imaginarios en la mente del afectado ante determinados eventos, es un elemento clave en el mantenimiento de los trastornos de ansiedad, al igual que los pensamientos irracionales catastrofistas que se dan ante la exposición a situaciones temidas; y lo mismo sucede con la depresión y los trastornos del estado de ánimo en general, en los cuales el continuo devenir de pensamientos (depresógenos en este caso (con una visión negativa de sí mismo, del mundo y del futuro, siguiendo la triada cognitiva de Beck)), condicionan continuamente los sentimientos y conductas de los afectados. En ambos casos, la habilidad atencional que se entrena mediante la práctica del mindfulness, puede resultar de especial relevancia para atajar estos trastornos, aprendiendo a salirse del flujo de pensamiento discursivo que los alimenta.
El mindfulness tiene, por sí mismo, elementos que lo convierten tanto en una terapia conductual (aprendiendo a no responder compulsivamente ante determinados pensamientos, creencias y estímulos en general), como cognitivo-conductual, pues la mera observación correcta de los elementos y procesos mentales que experimentamos provoca cambios cognitivos acordes con la realidad. Pero, además, es un excelente coadyuvante con las terapias conductual (una correcta atención permite advertir con claridad las conductas desadaptativas a modificar) y cognitivo-conductual (una correcta atención permite identificar con claridad no sólo las conductas desadaptativas a modificar, sino también las creencias irracionales y desadaptativas que sustentan dichas conductas y el trastorno en general).
Por todo ello, considero que el mindfulness es una práctica beneficiosa para la población en general que resulta de gran eficacia para determinados trastornos mentales, especialmente en combinación con las terapias conductual y cognitivo-conductual. No obstante, creo que en el ámbito de la salud mental y cuando se pretenda tratar trastornos psicológicos, ha de ser impartido por personal sanitario, que son quienes están acreditados mediante su formación para tratar enfermedades y patologías, pues, aunque en general es beneficioso, ni lo es siempre, ni lo es para todas las personas y patologías. Hay muchos factores a tener en cuenta cuando se trata de psicopatologías y, en mi opinión, han de ser quienes están formados en el ámbito sanitario, además de conocer bien la práctica de mindfulnes, quienes lleven a cabo los correspondientes tratamientos basados en mindfulness.
Joaquín Carrizosa